martes, 2 de noviembre de 2010

De Andar por ahí y ver cosas... (Lin Yutang)

Viajar solía ser un placer; ahora se ha convertido en industria.
No hay duda que existen hoy mayores comodidades para viajar que hace cien años



 (...) No obstante, viajar parece haberse convertido en un arte perdido. A fin de comprender el arte de viajar es preciso conocer primero los diferentes tipos de falsos viajes, que no son viajes.
El primer tipo de viaje falso es el de viajar para mejorar la educación. Dudo mucho que se pueda mejorar tan fácilmente el espíritu de cada uno. (...) La segunda especie de viaje falso es el que se hace para la conversación, o sea que se hace para poder conversar después. (En relación con este tipo de viaje está el peligro en que se piense menos en el momento o en el lugar que en la fotografía que se trata de obtener para mostrar a los amigos). (...) Esta tonta manera de viajar produce necesariamente el tercer tipo de falsos viajeros, los que viajan a horario, sabiendo de antemano cuántas horas van a pasar en Viena o en Budapest. Antes de partir, estos viajeros hacen un horario perfecto y lo respetan religiosamente. Atados al reloj y al calendario están en su casa, y siguen atados al reloj y al calendario cuando salen de ella. (Conozco gente así).
En lugar de estos falsos tipos de viajes, estimo que los verdaderos motivos de los viajes son, o deben se, otros. En primer lugar, el verdadero motivo debe ser el de viajar para perderse y ser desconocido. Más poéticamente, podríamos decir que es el viajar para olvidar.
El verdadero viajero es siempre un vagabundo, con las alegrías, las tentaciones, y el sentido de aventura que tiene el vagabundo. Viajar es "vagabundear" o no es viajar. La esencia del viaje es no tener deberes, ni horas fijar, ni correspondencia, ni vecinos inquisidores, ni comisiones de recepción, ni destino fijo. Un buen viajero es el que no sabe a dónde va, y un viajero perfecto es el que no sabe de dónde viene. (...) Este espíritu de vagabundo hace posible que las personas que salen de vacaciones se acerquen a la Naturaleza. Los viajeros de esta clase, pues, insistirán siempre en ir a los balneareos donde haya menos gente, y donde podrán tener una verdadera soledad y una comunión con la Naturaleza. Los viajeros de esta especie, cuando se preparan para el viaje, no van a una tienda y dedican mucho tiempo a elegir un traje de baño azul o rojo.
Vamos a una estación termal famosa, y nos decimos: "Ahora vamos a estar a solas", pero después de comer en el hotel recogemos el diario y descubrimos que el lunes llegó la señora B. A la mañana siguiente, en nuestra caminata "solitaria", encontramos a toda la familia Dudley, llegada en tren la noche anterior. El jueves por la noche descubrimos, con gran deleite, que también el señor S. y su esposa están pasando sus vacaciones en este maravilloso valle escondido. La señora S. invita a los esposos S. a un partido de bridge, y oímos a la señora S. que exclama: "¡Qué encantador es esto! Igual que en Nueva York, ¿verdad?".
Me atrevo a sugerir que hay otra manera de viajar, viajar para no ver nada ni a nadie, sino las ardillas y las ratas almizcleras y los picamaderos y los árboles y las nubes.

Hay una gran diferencia entre ver cosas y no ver nada. Muchos viajeros que ven cosas no ven nada en realidad, y muchos que no ven nada ven mucho. (...) Llegamos, pues, a la filosofía de viajar consistente en la capacidad de ver cosas, que anula la distinción entre viajar a un país distante y andar por los campos vecinos una tarde cualquiera.
Las dos se convierten en una sola cosa. 

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