domingo, 29 de abril de 2012

Despertar, abrir los ojos, tomar conciencia. Suena bien. Suena a esperanza. Pero de nada sirve haber despertado si nos quedamos rezagados en la cama. Una mayoría al fin entiende que es lo que ocurre. Que hay alguien que mueve los hilos y decide sobre las vidas de las personas. No vivimos libres solo por no estar entre rejas. No hay libertad de trabajar en lo uno quiere, ni de vivir donde uno quiere. No existe la libre circulación de las personas. No existe libertad de expresión, ni de oposición a los regímenes clasistas que nos dominan. No hay nada que nos ampare, ni constitución, ni derechos , ni leyes...nada. Es una mentira enorme. Estamos solos, solo nos tenemos a nosotros mismos, que en lugar de unirnos nos enfrentamos. Así no creo que lleguemos lejos, y acabaremos contentándonos si nos devuelven 3 derechos después de quitarnos 10. 
    
Este va a ser un mayo "movidito". La gente sale a la calle, con resultado o no, pero sale. Al salir contagia a otros a que , por lo menos, prestan atención y se pregunten ¿ Qué ocurre aquí? .
 No llega con votar cada cuatro años y si no ganan los tuyos revelarse y si  sí ganan, darles carta blanca para hacer lo que les plazca  y llegar a defender lo indefendible, justificar la barbarie. Sobre todo, no llega porque no son los tuyos. No son como tú. 
Con calma y paciencia es hora ya de iniciar la revolución. Calma para evitar que la exaltación nos haga actuar violentamente, que es lo que ellos quieren para desacreditar el cambio. Paciencia porque no se derroca un Sistema que lleva años y años de la noche a la mañana.


Comparto las palabras de alguien que sabe mucho más que yo: 


 
En el vértigo todo es temible y desaparece el diálogo entre las personas. Lo que nos decimos son más cifras que palabras, contiene más información que novedad. La pérdida del dialogo ahoga el compromiso que nace entre las personas y que puede hacer del propio miedo un dinamismo que lo venza y les otorgue una mayor libertad. Pero el grave problema es que en esta civilización enferma no sólo hay explotación y miseria, sino que hay una correlativa miseria espiritual. La gran mayoría no quiere la libertad, la teme. El miedo es un síntoma de nuestro tiempo. Al extremo que, si rascamos un poco la superficie, podremos comprobar el pánico que subyace en la gente que vive tras la exigencia del trabajo en las grandes ciudades. Es tal la exigencia que se vive automáticamente, sin que un sí o un no haya precedido a los actos.
La mayoría de la humanidad es empleada de un poder abstracto. Hay empleados que ganan más y otros que ganan menos. Pero ¿quién es el hombre libre que toma las decisiones? Ésta es una pregunta radical que todos hemos de hacernos hasta escuchar, en el alma, la responsabilidad a la que somos llamados.
Creo que hay que resistir: éste ha sido mi lema. Pero hoy, cuántas veces me he preguntado cómo encarnar esta palabra. Antes, cuando la vida era menos dura, yo hubiera entendido por resistir un acto heroico, como negarse a seguir embarcado en ese tren que nos impulsa a la locura y al infortunio. ¿Se le puede pedir a la gente del vértigo que se rebele? ¿Puede pedirse a los hombres y a las mujeres de mi país que se nieguen a pertenecer a este capitalismo salvaje si ellos mantienen a sus hijos, a sus padres? Si ellos cargan con esa responsabilidad, ¿Cómo habrían de abandonar esa vida?

Ernesto Sabato: La resistencia





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